Javier Quintana: Psicólogo y psicopedagogo especializado en TDAH
Quintana nos habla de personas y no de diagnósticos, a la hora de abordar un tema tan serio como es el del TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). Para este psicólogo y psicopedagogo, lo más importante es sentirse comprendido, acompañar y entender tanto a sus pacientes como a sus familias; una cercanía fruto de la experiencia:
“Tengo TDAH y durante años no supe por qué me costaban tanto cosas que a los demás parecían salirles solas. Vivía comparándome, pensando que era incapaz, que no daba la talla”, nos confiesa Quintana.
Para él, el diagnóstico fue un punto de inflexión. Puso nombre a su caos interno. Empezó a entenderse y a ver la luz. Ahora acompaña en el camino a niños y niñas que pasan por el mismo proceso.
La Moraleja Magazine.- TDAH es un tema que últimamente hace mucho ruido, pero sabemos poco.
Javier Quintana.- El TDAH no es una moda ni una etiqueta vacía: es una condición del neurodesarrollo que afecta a la atención, la impulsividad y, en algunos casos, a la hiperactividad. Pero, sobre todo, es una forma distinta de percibir, sentir y procesar el mundo. Cuando hablamos de TDAH, hablamos de personas, no de diagnósticos. Cada una con sus retos, sí, pero también con un potencial enorme por descubrir.
LMM.- ¿Mitos y verdades sobre el TDAH?
JQ.- Hay muchos mitos que hacen daño. Uno de los más comunes es pensar que el TDAH es una excusa para justificar la mala conducta o el bajo rendimiento. Otro: que es solo cosa de niños. La realidad es que es una condición crónica que puede acompañar en la vida adulta, aunque se exprese de formas distintas.
LMM.- ¿Qué necesidades emocionales crees que tienen los niños/as con TDAH y sus familias?
JQ.- La primera gran necesidad es sentirse comprendidos. Muchos niños con TDAH crecen escuchando solo lo que hacen mal: “Eres un despistado”, “No paras quieto”, “No escuchas”, “Parece que no te importa nada”. Imagina construir tu identidad solo desde el error. Es como mirarse en un espejo que solo muestra defectos.
También hay una falsa creencia de que solo los niños muy movidos tienen TDAH. No siempre hay hiperactividad visible. A veces es más interno, silencioso, y se manifiesta en una mente que no para, en despistes o en dificultades para organizarse.
LMM.- ¿Con qué otras dificultades de aprendizaje trabajas?
JQ.- Trabajo mucho con dislexia, discalculia, disortografía, trastornos del lenguaje y también con niños y niñas con altas capacidades que, paradójicamente, pueden pasarlo muy mal si no se les entiende bien. Cada uno de estos perfiles necesita una mirada específica, un enfoque personalizado. No se trata de encajar a los niños en moldes, sino de adaptar los moldes a sus formas únicas de aprender.
LMM.- ¿Cómo aterrizas en esta especialidad?, ¿cuál es tu historia?
JQ.- Desde dentro. Tengo TDAH, y durante años no supe por qué me costaban tanto cosas que a los demás parecían salirles solas. Vivía comparándome, pensando que era incapaz, que no daba la talla.
El diagnóstico para mí fue un punto de inflexión. Puso nombre al caos interno, pero más que etiquetarme, me dio la posibilidad de entenderme. Fue como encender una luz en una habitación desordenada: de pronto supe por dónde empezar a colocar las cosas.
Hoy acompaño a niños, niñas y familias que pasan por lo que yo pasé. Desde el conocimiento, pero también desde la experiencia y la empatía.
LMM.- Detección temprana, ¿es posible? ¿Existen hoy en día los protocolos necesarios en centros educativos e instituciones?
JQ.- La detección temprana es posible y, de hecho, es clave. Cuanto antes se interviene, mejor pronóstico tiene el desarrollo emocional, académico y social. Pero la realidad es que, aunque algunos centros tienen protocolos, no están siempre bien implementados. Falta formación, coordinación y recursos. Y muchas veces se sigue confundiendo el comportamiento con falta de educación, cuando en realidad es una necesidad no cubierta.
LMM.- ¿Qué necesidades emocionales crees que tienen las niños/as con TDAH y sus familias?
JQ.- La primera gran necesidad es sentirse comprendidos. Muchos niños con TDAH crecen escuchando solo lo que hacen mal: “Eres un despistado”, “No paras quieto”, “No escuchas”, "Parece que no te importa nada”. Imagina construir tu identidad solo desde el error. Es como mirarse en un espejo que solo refleja defectos, sin mostrar lo valioso que hay detrás.
Necesitan referentes que vean más allá de sus dificultades, que validen sus emociones, que les ayuden a reconstruir su autoestima y que les hagan sentirse capaces. Que entiendan que donde parece haber desinterés, muchas veces hay frustración. Que donde parece rebeldía, hay una petición de ayuda no resuelta.
Y sus familias… necesitan aire. Comprensión, información clara y herramientas reales. Muchas veces llegan agotadas, culpabilizadas, desorientadas. A ellas también hay que cuidarlas y acompañarlas.
En mi caso, tuve la gran suerte de contar con mi madre. Fue alguien que me entendía, que me acompañaba con paciencia, que me daba estructura pero también autonomía. Tenía en cuenta mis sentimientos, y le estoy profundamente agradecido por su implicación y su ayuda.