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"No te preocupes por mí..."

No te preocupes por mí

Nos habíamos enrollado algunas veces, no me gustaban mucho sus besos, pero me divertía mucho con él. Mirada de pícaro con ciertos rasgos orientales y una característica muy suya, las manos le sudaban siempre mucho. Se lo tomaba con humor. Manuel iba al colegio Santa Helena, y yo al Liceo Europeo. Teníamos 17 años.

Aquella noche de un sábado de noviembre coincidimos en la discoteca Archy. Él estaba con amigos de su colegio y yo con amigas de clase bailando al son de Mecano en la pista: Un año más… “y en el reloj de antaño como de año en año…cinco minutos más para la cuenta atrás…” un bombazo de canción que había salido ese mismo año, 1988.

No habíamos hablado. Imagino que nos saludaríamos con dos besos o tal vez con la mano desde lejos. De repente se acercó a mí, me dio la sensación de que había tomado alguna copa; acercó sus labios a mi oreja y me dijo: “No te preocupes por mí”…  le miré sonriente y sorprendida: - “¿Qué?” le pregunté, -“que no te preocupes por mí”… y dio media vuelta andando hacia sus compañeros. Yo seguí bailando, sin entender muy bien el significado del mensaje que me acababa de transmitir. “Ha bebido” pensé.

A la mañana siguiente, recibí una llamada contándome la tragedia, Manuel, había tenido un accidente de madrugada. Le encontraron tirado junto a su moto en Camino Sur casi a la altura de Camino Alto, el casco no lo llevaba atado y había salido disparado en el impacto. Mi amigo, estaba en coma en el hospital. Un grupo de amigas nos reunimos en casa de Marta, la casa de Veredilla que tantas fiestas había vivido, ahora acogía a un grupo de adolescentes que no sabíamos bien cómo gestionar aquello más que compartiendo esas horas de incertidumbre todas juntas. El final no fue feliz, Manuel falleció.

Nadie entendía bien porqué había cogido ese camino, cuando él vivía al final de Hoyarrasa, cerca de la salida de La Moraleja; oí decir que tal vez iba a pasar por casa de su novia que estaba en Estados Unidos estudiando, yo tuve el presentimiento de que iba camino de la mía…En cualquier caso eso ya no tenía importancia; lo que sí la tuvo entonces, fue ese mensaje misterioso que me había transmitido unas horas antes del mortal accidente: 

-“No te preocupes por mí”.