Lectura, relatos, concurso, literatura

"Así pasa cuando ocurre..."

 …y ocurrió. 

Fue una mañana de abril, cuando ni el calor ni el frío habían llegado. Dos nubes le hacían constantes guiños al sol y yo apenas podía ver por dónde circulaba. Conde de los Gaitanes es, como la mayoría de las calles de La Moraleja, una calzada sin mucho tránsito: un descanso para los oídos. También, como la mayoría de las calles de La Moraleja, un deleite para los ojos. Pero para mí, aquella mañana de abril fue mucho más. Fue el principio de una vida que no esperaba encontrar; ni siquiera sabía que pudiera existir o llegar a mí. 

Un paso de cebra pintado sobre un reductor de velocidad y un guiño del mencionado sol al mismo tiempo, hicieron que los bajos de mi coche dieran en el suelo y Leopoldo, que así se llamaba mi coche, dejó de rugir. Como no podía ser de otra manera, porque así pasan las cosas, las cosas que pasan, mi móvil no tenía batería. 

«La Moraleja, ¡vaya sitio para quedarte tirado una mañana de abril sin batería en el móvil!» Pero la suerte se acercó con suaves pasos y una enorme sonrisa. «¿Necesitas algo?» 

Y a partir de ahí ocurrió todo. 

‘No me des peces, enséñame a pescar’ o algo parecido dijo el gran Confucio, y eso fue lo que ocurrió. Mi buena samaritana no solo tenía batería en su móvil sino buen talante, y usamos ambos para llamar a la grúa. 

El tiempo había comenzado en una mañana de abril, y ahora que es de noche y un par de años después, y todavía no termina. ¡Gracias! ¡Dios, era verdad lo que yo llevaba toda mi vida creyendo que podía existir!: gente buena en cualquier lugar y de cualquier condición. Doy fe aunque no doy datos, pero si mi ángel lee esto sabe que soy yo quien habla de ella y de ‘nuestra mañana de abril’, que tampoco ocurrió exactamente, pero a nadie importa si es verdad o mentira, ya que tenemos cristales de colores…, ¿o no? 

No vivo en La Moraleja; sigo viviendo donde antes de aquella mañana de abril y con la misma gente. Pero aquel reductor de velocidad hizo que nunca perdiera confianza en mi instinto y que siempre le agradezca a aquel ángel sonriente su confianza en mí.