Una copa, una novela, una conversación lenta: crónica de una cata literaria en La Moraleja
El pasado Jueves, a las 19:30h el restaurante Asta y la revista La Moraleja Magazine volvían a unir fuerzas para presentar la segunda cata literaria en La Moraleja. Un evento que promete convertirse en una cita mensual para los amantes de la literatura y el vino. O dicho de otro modo, un cruce de caminos entre la literatura y la enología, entre la ficción especulativa y los taninos. Un invento tan sencillo como sofisticado, como casi todo lo que realmente funciona. Asta, —ese rincón discreto que ya es algo más que una dirección en el mapa gourmet— y La Moraleja Magazine, que lleva tiempo tejiendo una red cultural más allá de los límites de las urbanizaciones de lujo.
Ayer jueves, el tiempo pareció detenerse en La Moraleja. En la terraza acristalada del restaurante ASTA —ese mirador contemporáneo que flota entre los pinos como un invernadero elegante—, se reunieron el vino y la literatura, dos formas de contar el mundo, de sentirlo, de resistirlo.
El grupo vinícola, Marqués de Vargas fue fundado oficialmente en 1989, pero con raíces que se hunden en el siglo XIX, la saga de los Vargas está unida al vino como los surcos a la vid. Don Felipe de la Mata, VIII Marqués de Vargas, fue el primero en plantar vides en esta tierra, mucho antes de que la Rioja se convirtiera en denominación de origen o en emblema internacional. Hoy, su descendencia sigue elaborando vinos con la misma convicción silenciosa de quienes trabajan no solo para el presente, sino para las generaciones que vendrán.
Durante la velada, el vino —ese narrador líquido que nos desarma por dentro— se sirvió en silencio. Una copa de reserva riojano, un blanco inesperado. Cada sorbo tenía el eco de una historia, de una tierra, de una espera. Mientras tanto, García Hernán conversaba con los asistentes no desde la tribuna, sino desde la cercanía: habló del oficio de escribir como quien habla del mar o del insomnio, con respeto, con ironía, con verdad. Y lo hizo acompañado de alguien especial: su hijo Sergio, quien fue el encargado de entrevistarlo. Lo hizo con humor, con cariño, con esa complicidad que solo puede darse entre padre e hijo. La charla, lejos de los formalismos, tuvo el ritmo íntimo de las confidencias bien contadas.
A sus 69 años, García Hernán ha hecho lo que muchos sueñan y pocos se atreven: reinventarse. Tras retirarse del mundo hotelero, en el que gestionó cadenas de alto nivel y trató con ministros, mafiosos y estrellas de rock por igual, decidió que era hora de escribir. Y no sobre hoteles, sino sobre lo que ocurría tras sus cortinas. "La realidad siempre es más oscura de lo que uno quiere admitir", confiesa con voz grave. "Y eso la hace buena literatura".
Lo interesante de García Hernán no es solo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Sus novelas están atravesadas por una preocupación ética. No hay violencia gratuita ni giros tramposos: hay preguntas. ¿Qué ocurre cuando el sistema falla? ¿Cuánta impunidad cabe en una institución? ¿Y quién paga realmente por los errores del poder?
En su última novela, Tiempos de barro (2025), da un giro inesperado: la distopía. Un Madrid futuro, sin tecnología, gobernado por un régimen autoritario. ¿Un cambio de registro? “No tanto”, responde. “Solo he cambiado las máscaras. La corrupción sigue, el miedo sigue, la búsqueda de justicia sigue. Solo he desplazado la lupa”.
Tiempos de barro no es solo un título. Es una metáfora que cala. En sus páginas, el lector encontrará un Madrid que huele a despacho cerrado y a decisiones tomadas en voz baja; encontrará también personajes que buscan, como todos, una forma de redención entre las ruinas del presente.
Cuando cayó la noche, nadie tenía prisa por irse. Porque algunas veladas no se terminan: simplemente se decantan, como el vino bueno o como las buenas historias.