El eclecticismo surrealista de Carlo Mollino
Maestros ebanistas, entusiastas de las formas orgánicas, de los acabados más brutalistas, de las curvas, de la luz… Genios que hacen historia. Pasado y presente unidos por el amor a la arquitectura y al diseño, a la creación de piezas únicas, espacios y edificios que ya son patrimonio de la humanidad, o que pronto lo serán.
En este artículo para La Moraleja Magazine, haremos un repaso por algunas de las figuras más relevantes, provocadoras y reseñables de este mundo. En esta edición nos estrenamos con un genio y figura, el arquitecto y diseñador italiano Carlo Mollino, el pasado mes de agosto se cumplía medio siglo de su fallecimiento. Historia de la arquitectura y el diseño para dummies.
Excéntrico, ecléctico, polifacético… Solo así podríamos describir las mil y una caras del diseñador y arquitecto turinés Carlo Mollino (1905-1973). Una persona brillante, pensante y muy compleja, un creador casi renacentista, nos atrevemos a decir, un caso extraordinario en el mundo del diseño.
En 2023 se cumplieron cincuenta años de su fallecimiento, su legado -tan variado como único- es el de edificios y muebles con formas orgánicas, diseños innovadores, fantásticos. Espacios donde predomina un eclecticismo surrealista y en los que podemos ver la influencia de Dalí, el arte de mezclar, la sofisticación y su pasión por la historia.
Con cara de sorpresa, ojos saltones y un pequeño y característico bigote, este hombre familiar y singular era hijo de ingeniero y de familia acomodada. Aunque trabajó como arquitecto, alguna vez con su padre, su carrera también estuvo ligada al diseño de interiores, a la aerodinámica y el motor, a la fotografía y el esquí. Tradición e innovación. Diseños sorprendentes para la época, curvas y volúmenes, cristal y madera, puro simbolismo e iconografía en una época a caballo entre el Modernismo, el Art Nouveau y el Surrealismo.
Su legado como arquitecto, fotógrafo y diseñador de coches de carreras
De su etapa como arquitecto nos deja edificios en su ciudad, Turín, como la Federación de Agricultores (1933-35), el Club de Equitación (1937-40), el Teatro Regio (1965-73) y el auditorio RAI (1950-52), o la Estación de Trineos del Lago Nero (1946-47).
También ideó muebles con formas orgánicas que hoy en día siguen siendo un referente en diseño. Sillas, butacas, mesas… piezas únicas que creaba en exclusiva para sus clientes.
A mediados de los cincuenta comienza a fotografiar a mujeres desnudas en sus famosas polaroid, descubiertas después de fallecer el arquitecto. En 2020, la Collezione Maramotti, en Reggio Emilia (Italia), homenajeó esa parte erótica y provocativa del arquitecto turinés con una exposición, Mollino/Insides, que reunió algunas de sus polaroids más artísticas y secretas.
De su pasión por los coches nos deja tesoros como el automóvil “torpedo” Bisiluro (1955), que corrió en Le Mans. Y como dato curioso, o más bien que bate récord, un escritorio único -una mesa curva de madera contrachapada-, diseñado en 1950 para el Museo Brooklyn de Nueva York y vendido en 2020 por 6.200.000 dólares, tal vez la cifra más alta en subastas de mobiliario del siglo XX.
Museo Casa Mollino
La muerte de su padre marcó un antes y un después en su carrera. Así nace su parte más existencialista, diseñando espacios con mucho simbolismo donde representa el arte como clave para el acceso a la inmortalidad, lo cual tiene tiene mucho que ver con su interés por la egiptología.
Mollino moría el 27 de agosto de 1973 en Turín, sin herederos. Un genio que fallecía hace cincuenta años pero que dejaba un gran legado, como su casa en el número 2 de la Vía Napione, hoy convertido en el Museo Casa Mollino, su mejor escaparate. Dedicó casi una década a vestir sus habitaciones con diferentes telas y estampados, maravillosas mezclas, esculturas clásicas y algunos muebles diseñados por él. Lámparas de cristal de murano y de papel de arroz, influencias orientales y alegorías al más allá, al jardín del Edén, al paraíso inmortal. Paredes de leopardo, muebles de diseño como la silla Tulip de Eero Saarinen o la chaise longue de Le Corbusier, cortinas de terciopelo amarillo, baldosas de todos los colores, grandes puertas japonesas…
Como dijo Leonardo da Vinci: “La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”.
*Imágenes cedidas por el Museo Casa Mollino.